Sobre un día cualquiera - Cuba
- Francisla Martinez
- 23 jun 2019
- 3 Min. de lectura

17 de Mayo del 2019
A las seis de la tarde voy caminando hasta el malecón. Parece ser que lo de sacar fotos es una tarea frustrada en este viaje, apenas salgo a la calle la gente se empeña en hablarme. Se presentan, me cuentan historias. Tal vez deba contarlas.
La primera parada una pareja, rubia y de ojos celestes ella, morocho él. Ella enfermera, él panadero.
Lo primero que me dicen es que use repelente, le digo que a mi no me pican los mosquitos, ellos insisten. Dicen que tienen al hijo de cinco años internado con dengue. Yo ya no se que creer. Que salieron a ventilarse un rato y que la abuela cuida al nene en el hospital.
Dice el panadero que hoy hizo tres pesos trabajando. Que casi no pueden hacer pan porque la isla corto relaciones con Brasil así que no tienen ni harina ni aceite de oliva. Dicen que su intención no es molestar pero me preguntan si puedo ayudarles. La charla me cuesta cinco cuc.
En eso un cubano que ya me había encontrado ayer en el malecón, que toca ahí con unos amigos, viene a saludarme. Al parecer saben un solo tema porque cantan Chan Chan todo el tiempo. A él tengo que agradecerle una foto ayer, me asustó, moví la cámara y voila.
Una pareja muy acaramelada, cincuentones los dos, toman vino sentados. Blanco el vestido de ella y también la bermuda de él. Me invitan a tomar, están tomando un vino chileno, les digo que el argentino es mejor. Intento seguir sacando fotos.
Los pescadores me odian. Vuelve a iniciar charla el de bermuda blanca. Me pregunta que cuantos días llevo en la Habana, me ofrece la casa de un pariente, le doy el teléfono para que anote el nombre, me dice que no haga eso de darle mi teléfono a las personas. Me advierte que el dueño de la casa que me recomienda es de izquierda, se ríe, ya no queda gente de izquierda por acá me dice. Aparece Ángel el guitarrista, cantando un tema romántico. Escucho con ellos y les pregunto si es su aniversario o alguna ocasión especial, me responde que no, que en realidad es un interno, yo no entiendo y me explica que esta preso y que le dan algunas salidas así que aprovecha con su mujer. No me anime a preguntar la causa por la cual esta preso. Okay, pienso en la advertencia que me hizo sobre el celular.
Una señora lleva un pañuelo que termina en un moño a la altura de la frente. Vieja ella. Vende palomitas de maíz, dice que la otra es una hija de puta porque no le compra. Yo no le compro pero le doy un cuc, aunque sea por la bendición o al menos para ahorrarme la maldición.
Me pide fuego un cubano, le doy. Una china me pide que le saque fotos con su celular, primero una, después posa de perfil, las piernas semiflexionadas sobre el muro.
Un chico arroja una pelota al mar, se tira después él entre las piedras y la busca nadando. Aparecen dos con pinta de norteamericanos, les ayuda y se bañan los tres.
Mientras camino me hablan en francés. El amigo del que me pidió fuego antes se presenta dándome la mano, Sandy creo que se llama. Me dice que hoy a la noche hay un festival de música en el Parque central. Le agradezco el dato.
Vuelvo a arremeter con los pescadores. Me odian más ahora que antes.
El cielo esta rosado, el mar más tranquilo que ayer.
Se va la pareja del presidiario y la mujer de blanco, me saludan, me desean suerte.
Mientras vuelvo caminando, todavía sobre el malecón, me cruzo al panadero y la enfermera, me dicen que el hijo ya esta mejor. Que suerte pienso, pronta la recuperación.
No sé si el hombre de las bermudas estaba preso ni si el chico estaba internado con dengue lo que si sé es que el dato del que creo se llamaba Sandy era certero.
Escribo ahora desde el hotel Inglaterra, frente al Parque central con la banda Los Aragones de fondo y pienso: puta que ando soñando bonito últimamente.
SINCERAMENTE ESPECTACULAR. En muchas cosas identificada. Los encuentros no pasan porque sí.